Vals de
aniversario
Nada hay tan dulce como una
habitación
para dos, cuando ya no nos queremos demasiado,
fuera de la
ciudad, en un hotel tranquilo,
y parejas dudosas y algún niño con ganglios,
si no es esta ligera sensación
de irrealidad. Algo como el verano
en casa de mis padres, hace tiempo,
como viajes en tren por la noche. Te llamo
para decir que no te digo nada
que tú ya no conozcas, o si acaso
para besarte vagamente
los
mismos labios.
Has dejado el balcón.
Ha
oscurecido el cuarto
mientras que nos miramos tiernamente,
incómodos de
no sentir el peso de tres años.
Todo es igual, parece
que no
fue ayer. Y este sabor nostálgico,
que los silencios ponen en la boca,
posiblemente induce a equivocarnos
en nuestros sentimientos. Pero no
sin alguna reserva, porque por debajo
algo tira más fuerte y es (para
decirlo
quizá de un modo menos inexacto)
difícil recordar que nos
queremos,
si no es con cierta imprecisión, y el sábado,
que es hoy,
queda tan cerca
de ayer a última hora y de pasado
mañana
por la
mañana...
JAIME GIL DE BIEDMA
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